No sé si alguna vez os habéis despertado a media noche buscando la luz. A mi me pasa a veces, que me levanto y no sé dónde estoy; me pasa más en épocas como ésta, en que he dormido en tres habitaciones distintas en tres semanas... y parece que cuando pongo un pie en el suelo no me termino de ubicar.
De madrugada, te despiertas comiéndote la pared de al lado de la cama porque la creías en el otro lado o has calculado mal la distancia, porque dónde solías dormir no tenías pared a la izquierda, o la tenías más lejos... o lo tenías a él más cerca.
La noche nos confunde, el sueño nos altera y nos transporta y el despertar nos devuelve a la realidad a la que pertenecemos, a veces de forma más amable que otras.
Intentar alcanzar un interruptor con el brazo, moverlo arriba y abajo, a la derecha... ¿dónde está?... Apoyar el pie en el suelo y a los dos pasos chocar con una mesita que no estaba, o darse de morros con un armario. Cosas que pasan cuando te despiertas en un lugar en el que no estás acostumbrada a despertar.
A media noche... buscando la realidad, intentando tocar un pedazo de algo que nos diga que estamos en casa. En esa casa en la que podíamos avanzar a oscuras y andar sin contar los pasos y encontrar lo que amábamos al otro lado del colchón.
A veces, de noche, me despierto perdida y no sé dónde está la luz.
Ni dónde estás tú.
ufff, si yo te contara ¡¡¡
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